Aunque la era digital nos permite ser más eficientes a través del multitasking, no somos conscientes del impacto que tiene sobre nuestro cerebro.

Érase una soleada mañana de sábado, cuando descubrí en una de mis estanterías una novela que me absorbió tanto, que me la acabé leyendo entera en un solo día. Fue llegando al desenlace cuando miré por la ventana y me di cuenta que ya se había hecho de noche. Perdí la noción del tiempo… ¡Pero que no cunda el pánico! Esto es solo un pequeño recuerdo de mi infancia.

Es que aunque ahora puedo volver a leer esa novela, al mismo tiempo sé que lloverá en Tokio, espero una video-llamada de mi madre, un e-mail de mi jefe con el presupuesto anual de marketing y me hago una selfie recomendando el libro para mis seguidores de Instagram. ¡Bienvenido a la era multitasking!

Actualmente queremos materializar la perfección, ser eficaces, efectivos, y a la vez eficientes. Gracias a los avances tecnológicos hemos encontrado un algoritmo que puede sostener nuestra compleja mente y cumplir esas metas. Podemos solucionar una cantidad significativa de problemas simultáneamente, en tiempo real, conectados con cualquier punto de este planeta. Lo que en el pasado nos parecía Ciencia Ficción hoy se llama actividades rutinarias.

Premiamos la cantidad de tareas resueltas en tiempo récord. ¿Pero en qué lugar queda la calidad?

La neurociencia ha demostrado que hacer múltiples tareas conlleva a la pérdida de concentración, memoria y rendimiento. Una persona que realiza una actividad sabiendo que le esperan varios mensajes sin leer, pierde automáticamente el 10% de su rendimiento.

Un Smartphone llega a tener efectos adversos más intensos que fumar marihuana en cuanto a la memoria y a la falta de concentración, pudiendo ser calificado como droga y dando pie a un diagnóstico:

  • Digifrenia: psicopatología de la era digital.
  • Infomania: adicción al asalto sensorial de la información.

 El multitasking recompensa a nuestro cerebro por perder la concentración. La  visualización del perfil en las redes de nuestro amigos, recibir likes de nuestros seguidores o un e-mail informativo, provocan un aumento en los valores de adrenalina y cortisol, además de una retroalimentación de dopamina que desencadena un acto reflejo lleno de “felicidad”.

La realización de múltiples tareas requiere una pérdida significativa de energía,  manteniendo a nuestro sistema inmunitario en alerta como respuesta a la ambigüedad a la que estamos expuestos.

Este hecho nos genera tanto estrés que estandarizamos actividades cotidianas como el comer o el vestir para no tener que renunciar o elegir más cosas durante ese periodo de tiempo.

En definitiva, las ventajas que supone la era digital se pueden convertir en barreras si no llegamos a administrarlas correctamente. Se asemejan a esos fármacos tan eficaces para los que aún no conocemos los efectos adversos a largo plazo.

Valentina Mónica Nicoara.

 

 

 

 

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