Se han terminado. Se han terminado las estanterías vacías, se han terminado las horas detrás del mostrador, se han terminado las funciones de recepcionista. Es hora de pasar a la acción.

Desde siempre, los farmacéuticos en una oficina de farmacia han mantenido una actitud pasiva. Su rol ha sido mantener en el almacén un stock de productos para entregárselos a los clientes que entraran a buscar un producto en concreto, nada más. Y les ha funcionado, hasta ahora.

La situación era bien distinta a la actual. La expresión “crisis económica” no aparecía a diario en periódicos, telediarios ni tertulias radiofónicas. No se planteaba si el coste económico de un tratamiento era demasiado elevado, la salud del enfermo era la prioridad: “salud a cualquier precio”; en definitiva, no existía contención del gasto en el ámbito de la salud. Hoy día, todo ello ha cambiado.

Las farmacias ya no gozan de esos márgenes tan suculentos que ganaban en la venta de un producto financiado por el Sistema Nacional de Salud ni de la puntualidad en los cobros. Las administraciones del Estado han empezado a tocar estos márgenes en concepto de ahorro farmacéutico/sanitario y, además, acumulan varios retrasos en los pagos (y no de pocos días); es decir, los ingresos de las farmacias se están resintiendo siguiendo el modelo establecido. Ante todo esto, los farmacéuticos deben adaptarse, cambiar, mejorar.

En un primer momento, deben abandonar la estructura típica y tradicional de la oficina de farmacia: empezar a crear un establecimiento en el que el cliente se sienta atraído por sus diferentes rincones y tenga curiosidad por el género expuesto en él, y montar un escaparate que no pase desapercibido y llame la atención de aquellos que caminen, paseen o corran por la calle.

Una vez conseguido el interés del consumidor, el farmacéutico tiene que estar pendiente de él: salir del mostrador para escuchar qué está buscando o qué necesita, aconsejarle en su decisión teniendo en cuenta qué es lo más apropiado para ese particular cliente y proponerle tratamientos adicionales al que ya sigue que le podrían beneficiar; en conclusión, los farmacéuticos deben comenzar a realizar una atención farmacéutica más dinámica y enérgica, interactuando con los clientes para poder conseguir, por un lado, la fidelización de éstos, y por otro, un número de ventas más elevado que conlleve a un mayor número de ingresos.

Son variaciones que no son fáciles de poner en práctica rápidamente, pero que algunos farmacéuticos ya han empezado a aplicar en su botica y que, en la coyuntura actual y próxima del Sistema español, todos ellos irán incorporando a su día a día para ser más competitivos y mantener su farmacia totalmente rentable.

Josep Ballarà Busquets

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