Por Sonia Vives Prieto

Todo el mundo conoce la industria farmacéutica y, de una manera o de otra, se ha creado una opinión acerca de ella, y no siempre positiva. Estos casos suelen girar entorno a la misma pregunta, ¿debería ser la salud un negocio?

Es una cuestión que quizás nos hemos planteado todos en algún momento de nuestras vidas. Pero ¿tenemos toda la información cuando nos la hacemos? ¿sabemos, en definitiva, realmente cómo funciona el sector o quién pone los precios?

La industria farmacéutica alcanzó una facturación en España durante el año 2018 de 16.500 millones de euros, de acuerdo con el Informe sectorial de la economía española publicado por el CESCE, creciendo más de un 2% respecto el año anterior. Dado que la mayoría de las empresas farmacéuticas son privadas o cotizan en bolsa, parte de los beneficios que generan se reparten a inversores o a propietarios.

Por otro lado, el sector farmacéutico es uno de los sectores más regulados y controlados en muchos aspectos, como podrían ser el precio, la publicidad, la seguridad o la comercialización, entre otros. Muchos de éstos son inherentes al tipo de producto farmacéutico, pero otros, como el precio, tiene que ver con el Sistema Sanitario de cada país. En el caso de España, es el Estado, concretamente la Comisión Interministerial de Precios de Medicamentos, quien se encarga de fijar el precio de financiación de los medicamentos incluidos en la prestación pública.

En resumen, cuando una empresa farmacéutica tiene un fármaco aprobado por la Agencia Europea de Medicamentos, presenta una solicitud de precio y reembolso al Estado, que acaba dictaminando sobre la financiación pública y el precio final. Además de este proceso, el precio puede variar ya que se realizan revisiones por distintos motivos, ya sea por la entrada de nuevos productos al mercado o por circunstancias técnicas, económicas, sanitarias u otras, bajo criterio del mismo Estado. Ninguno de estos precios se hacen públicos para maximizar el acceso de los pacientes a los medicamentos innovadores.

De toda esta información, es evidente que la parte de beneficios e ingresos de la industria es mucho más pública y conocida por la población que toda la parte de regulación y control estatal sobre ella. Todos somos conscientes, sin estar necesariamente involucrados en el sector farmacéutico, de los datos económicos y de la gran cantidad de dinero que mueven y generan las empresas. No obstante, sin estar directamente involucrado, existe un gran desconocimiento de la regulación a la que se encuentran expuestos tanto los productos como las compañías farmacéuticas.

Esta desinformación y sesgo en el conocimiento, acaba generando opiniones negativas hacia el sector, abarcando pensamientos desde lo inmoral que es hacer negocio con la salud hasta, en menor abundancia, pensar que la industria farmacéutica está detrás de enfermedades o de otros males de la sociedad.

Es por este motivo que todos conocemos a alguien que desconoce el proceso de fijación de los precios de los fármacos y otros procedimientos a los que los laboratorios farmacéuticos se ven expuestos a la hora de comercializar un producto, y esto nos hace plantear las siguientes preguntas:

¿Deberían las empresas farmacéuticas invertir en informar a la población media?

¿Debería el sector intentar mejorar de alguna manera esta visión que se tiene sobre él?

¿Les preocupa que se generen opiniones infundadas de este calibre?

Nuestra opinión es que vale la pena trabajar para que todo el mundo reciba buenos inputs y pueda formarse opiniones con fundamento propio, positivas o negativas, pero con toda la información en su mano, algo que no está sucediendo ahora mismo.

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