Las empresas farmacéuticas son un negocio.
La afirmación contenida en el título estremece a muchos ya que se trata de la salud de los ciudadanos.
Empecemos por el principio: ¿qué es un negocio? Negocio: sistema de obtener dinero a cambio de productos o servicios. Hay negocios que ofrecen un producto, por ejemplo una silla; otros ofrecen un servicio que beneficia a las personas, por ejemplo un taller de coches.
Dependiendo de qué servicio hablemos, nuestras exigencias son mayores, y cuando el negocio es la salud de las personas nuestras alarmas de exigencia están al máximo nivel. A la imagen de la industria farmacéutica no ayudan las cifras elevadas de dinero que la acompañan. En 2008, el sector farmacéutico ingresó 10.200 millones de euros en España, de los cuales el 80% se lo reparten diez de las principales multinacionales del sector, según un estudio elaborado por Deloitte.
Es difícil que haya un cambio de percepción rápido cuándo se trata una visión muy ligada a las emociones; pero las herramientas las tenemos a nuestro alcance: confianza, transparencia y racionalidad.
Un uso racional de los medicamentos sería un paso en el cambio de imagen que la población tiene sobre la industria farmacéutica, aunque primero necesitamos definir estas palabras tan oídas “uso racional”.
En mi opinión, uso racional va ligado a una buena prescripción (la mejor alternativa terapéutica según cada paciente, basada en decisiones puramente científicas y de la salud), duración del tratamiento adecuada (pauta de tratamiento individualizada), disponibilidad de la dosis adecuada a la duración del tratamiento y precio sostenible (para Industria, Administración y Consumidor).
Pero como consumidores debemos ser capaces de hacer una toma correcta de los mismos, por lo que la educación al consumidor sobre uso racional de medicamentos es importante para trabajar en esta línea. La OMS asegura que más de la mitad de los pacientes no toman los medicamentos de la forma apropiada. Entre los problemas más frecuentes tenemos:
• la polifarmacia (consumo de demasiados medicamentos)
• el uso excesivo de antibióticos e inyecciones
• la prescripción no ajustada a directrices clínicas
• la automedicación inapropiada
Y es que, aunque a la empresa farmacéutica se le exige un rigor y códigos superiores a otras industrias, no es suficiente para el consumidor. Un consumidor que muchas veces desconoce lo costoso que es en cuanto a tiempo y dinero el desarrollo de un fármaco nuevo: de cada 5.000-10.000 nuevas moléculas sometidas al “screening” inicial, solo una llega al final del proceso (tema que trataré en otro post).
Mi objetivo es informar, pues no debería haber posicionamiento personal sobre la industria farmacéutica sin disponer de un conocimiento base y poniéndonos no solo el sombrero del consumidor sino también el de la Administración y de la Industria.