Poniéndole precio al consejo del farmacéutico
Al hilo de lo que comentaba Xavi sobre los hospitales en un post anterior, me sorprende leer el tema de debate del grupo de Marketing Farmacéutico de Linkedin: “Se acabó el gratis total: las farmacias quieren cobrar hasta por ayudarle a dejar de fumar“.
Os invito a leerlo, no tan sólo por el planteamiento que no va mucho más allá del título, sino por alguno de los comentarios que apoyan esta afirmación.
Y es que está claro que las farmacias se están poniendo las pilas. Como ya se ha comentado en alguno de los post anteriores, el farmacéutico tiene que dejar de ser meramente dispensador a ser un vendedor. Ya no vale la actitud reactiva, ahora han de ser proactivos y ofrecer una oferta de productos y/o servicios que hagan que el comprador, en primer lugar, escoja su farmacia y no otra, y una vez dentro, salgan con una cesta de la compra lo más completa posible, y además tan satisfechos de su compra que seguro volverán a repetir cuando les surja la siguiente oportunidad.
Está bien que se haga negocio, pero ¿a costa de qué?
Parafraseando a Aida Glatkov:
“La farmacia debe ser algo más sin perder su esencia: el consejo y la atención farmacéutica nunca deben dejar de ser su motor principal, pero la farmacia debe definirse como marca”
Precisamente por ello, pienso si no nos estamos volviendo locos. Está claro que el consejo y la atención forman parte del propio concepto de Farmacia. ¿Qué pasa entonces, si empezamos a cobrar por este tipo de servicios? ¿Seguirá siendo el farmacéutico esa figura de confianza? ¿Nos sentiremos seguros con aquello que nos están dispensando? ¿O empezaremos a verlos como una figura mercantilista más?
Desde mi punto de vista, una farmacia tiene más oportunidades de conseguir aumentar negocio de forma indirecta: de una aproximación al comprador más emocional posicionándose en el ámbito de reputación y prestigio, a través de una estrategia de gestión de categorías adecuada; diseñando servicios adicionales que generen tráfico a la tienda, aprovechando que el potencial comprador que entra en una farmacia es un comprador ya predispuesto a la compra, que está cautivo mientras le toca el turno y por tanto abierto a posibles impactos de merchandising ya dentro de la tienda, y a punto de materializarse el acto de compra final, por lo tanto mucho más efectivo.
En definitiva, el espacio de la farmacia todavía dispone de un largo recorrido hasta convertirse en el supermercado de turno. ¿Por qué queremos entonces correr para alcanzarlo?