Por Natalia Peribañez

A raíz de la reciente viralidad de la campaña #SaveRalph, se ha creado un debate acerca de la experimentación animal entorno la industria farmacéutica y cosmética, generando un movimiento en masa por parte de las empresas, posicionándose como fuertes defensoras de los derechos de los animales o, de manera contraria, reivindicando los numerosos beneficios que puede proporcionar la experimentación animal a la seguridad y calidad de vida humana. Una campaña que, gracias a sus imágenes, nos ha hecho plantearnos a los ciudadanos qué hay de verdad en esas palabras que a todos nos gusta ver en lo que consumimos: “Cruelty free”.

Es difícil negar que la investigación en animales ha respaldado grandes avances en salud humana. Sin embargo, muchos científicos ahora estarían de acuerdo en que, para determinados estudios, los experimentos con animales ya no son el mejor camino a seguir.

Entre los investigadores y el público, parece estar aumentando el apoyo para limitar la investigación con animales siempre que sea posible. No son sólo las preocupaciones éticas las que impulsan este cambio. Cambiar la manera en la que se realizan los estudios también puede contribuir a mejorar la Ciencia. Los medicamentos experimentales que parecen ser efectivos en animales a menudo fallan en los ensayos en humanos o simplemente una enfermedad humana no se puede modelar en animales.

En Europa se utilizan 5,000 animales anualmente para el desarrollo de cosméticos y 3.6 millones para desarrollo de medicamentos. Esta diferencia se debe a la aceptación social del uso de animales para garantizar la calidad, seguridad y eficacia de los medicamentos; en cambio, este procedimiento no es igualmente comprendido en el mercado dermocosmético.

Estos números han experimentado un descenso en España, gracias a que la legislación europea prohíbe desde 2013 la experimentación en animales para la obtención de productos cosméticos o dermocosméticos -no así para productos farmacéuticos. Sin embargo, son muchas las empresas que deciden testar en países fuera de la UE con tal de evadir la legislación. Es decir, el problema, se traslada a otra ubicación, siendo China el destino favorito para realizar estos experimentos. Unos 375.000 conejos, cobayas, ratas y otros animales se utilizan cada año en China para comprobar la seguridad de los cosméticos, según la organización Human Society International.

Es por ello por lo que muchos proponen un cambio en el método de actuación por parte de los organismos reguladores, apostando por una legislación globalizada, que permita unificar criterios y así poder erradicar la problemática que rodea la experimentación con animales y que provoca una actitud desconfiada por parte de los consumidores. Mientras, para la industria farmacéutica se apuesta por un cambio redirigiendo estas legislaciones hacia la reducción del número de animales que se utilizan en el caso de la industria farmacéutica, reemplazándolos por otros sistemas y, sobre todo, evitar la vivisección.

Son precisamente las “big pharma” las que están volcando los mayores esfuerzos en buscar alternativas a estas disputas éticas que rodean el tema en cuestión.

Roche Pharmaceuticals, una de las cinco principales compañías farmacéuticas del mundo, es un claro ejemplo de la búsqueda de estas alternativas. La empresa adoptó hace tres años una tecnología basada en la recreación de micro órganos a partir de cultivos celulares y ya la utiliza para probar la seguridad de nuevos compuestos. A medida que esta y otras herramientas mejoran, más empresas las han adoptado confiando en que sean más reproducibles y predecibles que las pruebas en animales.

A su vez, la compañía AstraZeneca acaba de presentar uno de estos avances. Se trata de un modelo mecánico que imita las condiciones del estómago y el intestino humano. Gracias a él, el uso de perros en sus laboratorios ha disminuido drásticamente.

Aunque esta proactividad por parte de algunos investigadores y empresas no marcan el final de los modelos animales en la I+D de medicamentos, demuestran que una inversión en el desarrollo de técnicas alternativas, puede suponer un gran beneficio para la industria y el bienestar de personas y animales.

Y así, poder transformar esa visión de una industria segura para todos, en una realidad.

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